Los rusos se preparan para participar en unas elecciones presidenciales que probablemente consolidarán el dominio de Vladímir Putin por otro período de seis años. En un contexto de creciente represión de la disidencia, estas elecciones reflejan el control absoluto del sistema político por parte del presidente. La campaña ha estado marcada por la ausencia de verdadera competencia, con opositores políticos encarcelados o exiliados, y el más prominente de ellos, Alexei Navalny, recientemente fallecido.

La guerra en Ucrania agrega un elemento adicional de tensión a estas elecciones. Aunque Rusia ha logrado avances en el conflicto, se enfrenta a desafíos tecnológicos y a una resistencia inesperadamente fuerte por parte de Ucrania. Los ataques con drones de largo alcance han demostrado la vulnerabilidad de Rusia, mientras que los drones de alta tecnología han obligado a su flota del mar Negro a adoptar medidas defensivas.

El proceso electoral se llevará a cabo durante tres días en los 11 husos horarios de Rusia, incluidas las regiones ucranianas anexadas ilegalmente, y por primera vez, los rusos tendrán la opción de votar por internet. Sin embargo, a pesar de estas innovaciones, las expectativas de una competencia real son escasas. La falta de opciones reales y la limitada presencia de observadores independientes plantean dudas sobre la legitimidad del proceso.

Los observadores independientes han expresado preocupaciones sobre la falta de transparencia y la manipulación potencial en el proceso electoral. La designación selectiva de observadores, controlada por el Estado, limita la supervisión independiente. En este contexto, muchos consideran que las elecciones rusas son una farsa controlada por el Kremlin, destinada a perpetuar el poder de Putin sin un verdadero escrutinio democrático.